A esta altura de la dominación ya se sabe que la música es una de las principales armas que el enemigo supremacista utiliza como propulsora de manipulaciones, o, mejor dicho: encantadora de programaciones. Es lógico que sea así porque es muy difícil salirse de su camino; en su cometido ocupa el espacio exacto en el que ha de ser escuchada y por lo cual casi no se la puede evitar. Y para reunir tan temible poder la canción se ha de servir de la letra que es la responsable directa de lo que se ha preconcebido. O sea, de lo urdido de ante mano por lo que se ha alistado toda esta energía tendiente a entrar en los cerebros de la gente a liberarlas de sus cárceles mentales. Y a este caso se dedica este libro de letras, que trae información y posiciones políticas dignas de ser observadas y puestas a juicio de los exigentes, ya que estas han tenido la feliz, aunque ingrata misión, de cumplir con la ingeniería social inversa que no deja de intentar apertrechar de vituallas significativas a los indómitos activos o a los potenciales compañeros anti tiranos.
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